martes, 23 de agosto de 2011

Pueblo encantado

Déjate hechizar por las ruinas mineras y las leyendas que se narran sobre Mineral de Pozos

Domingo 21 de agosto de 2011

Viridiana Ramírez | El Universal

La magia y el misticismo afloran en este desolado lugar. Territorio colonial, vestigio de un emporio del siglo XIX donde parece que el tiempo se ha detenido. Sus semiderruidas construcciones -mezcla de adobe, cantera y mezquite- incitan a la imaginación para continuar la búsqueda de aquel mineral que se desgaja entre sus muros.

Sus profundas minas se abren abrupta y peligrosamente en el matorral del desierto, junto a un hospital abandonado que aguarda bajo el intenso sol. Un cuidador, llamado don Raymundo, se pasea por la mina de Santa Brígida.

Es un hombre de pocas palabras. Tenemos que ganarnos su confianza para que nos cuente la tragedia que sucedió, años atrás en Mineral de Pozos y nos conduzca por las entrañas de estos vestigios. Existen más de 20 minas y dos de ellas son las más imponentes, Santa Brígida y Los Cinco Señores.

Entramos en la primera, llena de agujeros, con excavaciones de 400 metros o más de profundidad, sin un sólo pedazo de reja ni letrero de advertencia a la vista. "Ésta es una caída de 600 metros", dice Raymundo. Avienta una roca por esa boca cavernosa. Escuchamos el eco al fondo, es como un suspiro.

El emblema de Santa Brígida son tres chimeneas solitarias y un puñado de edificios que incluyen un hospital color blanco y marrón que aún conserva la mayor parte de sus cuatro muros.

Aquí es el momento cuando nuestro guía nos relata que Mineral tuvo una población de 70 mil habitantes durante el auge minero de fines del siglo XIX, pero la población se redujo a 300 en cuestión de semanas. Para unos, la culpa la tuvo la Revolución; otros dicen que fue la perforación accidental de una roca acuífera después de que se nacionalizaron las minas, lo que resultó en una inundación desastrosa y la trágica muerte de entre 11 y 13 mil hombres.

Con la idea en la cabeza de que este lugar es un "pueblo fantasma", nos marchamos a nuestro hotel, Casa Mexicana, con su gran árbol emergiendo del patio principal.

Lo que vemos por las calles son almas de carne y hueso paseándose o entrando a sus galerías de arte Casa de Cielo o Galería 6, comprando artesanías en latón o instrumentos de música prehispánica en alguna tienda como Manos Creativas. Otros ya pasan la tarde en el bar La Pila Seca, con una terraza para admirar la puesta del sol y degustar cocteles de mezcal o martinis.

Al caer la noche, faroles amarillos alumbrarán las calles y su alameda. Los puestecitos de tamales, café de olla y elotes asados estarán listos para despachar a los que anden de antojo. Después hay que continuar la velada, otra vez, en Pila Seca.
ALMAS. Un pueblo con fachadas de adobe y cantera


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